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LA VIDA LUMINOSA DE JAVIER HERAUD

Publicado: 2016-05-10



El Perú de los 60s.

Javier Heraud Pérez había cumplido 21 años cuando fue acribillado el 15 de mayo de 1963 en el río Madre de Dios, en Puerto Maldonado. Se muerte estremeció el ámbito intelectual, cultural y literario de la época, no era para menos, se trataba de un poeta laureado y reconocido; además, provenía de una clase media holgada y cultivada. Tengamos en cuenta que sus estudios secundarios los realizó en el prestigioso Colegio Markham y los superiores en la Pontificia Universidad Católica del Perú. La opción de vida que eligió no fue resultado de marginación personal alguna, de resentimiento o desesperanza, sino producto de su amor, su solidaridad y sus ideales.

La sociedad peruana llegó a la segunda mitad del siglo XX con manifestaciones abiertas de convulsión social y de polarización política entre cambio radical o conservación del estado de cosas. En la estructura económico-social la presencia del capital imperialista (Cerro de Pasco Corporation, Southern Perú Mining, Nothern Mining Corporation, Marcona Mining Corporation, International Petroleum Company) era hegemónica. Al mismo tiempo, la clase feudal terrateniente concentraba en el 83 % del total de la tierra cultivable de los andes. (de La Puente).

En ese convulsionado escenario la clase obrera luchaba por mejorar sus condiciones de vida y los campesinos, a su vez, iniciaban una serie de acciones orientadas a recuperar las tierras que les habían usurpado. La sociedad semi feudal y semi colonial, rigurosamente investigada por José Carlos Mariátegui, estaba gestando una crisis que hacía avizorar el probable advenimiento de una situación revolucionaria. .

Las organizaciones, conscientes de la gravitación del ande y de las zonas rurales, fijaron su atención en el Perú andino; el objetivo era organizar al campesinado, levantarlo a la lucha y convertirlo en protagonista de su libertad.. Se asumió que abriendo escenarios guerrilleros, las masas campesinas ocuparían su lugar y “tomarían el cielo por asalto”.

En el escenario internacional, los pueblos del mundo luchaban y algunos triunfaban y sentaban las bases de un nuevo orden. En Cuba, en China, en Vietnam, en Angola, en los países de centro América, la lucha armada era no solo una posibilidad sino una ruta.

En la década del 50 el país estaba gobernado por la dictadura de Odría. Los partidos existentes eran molde del orden establecido. El APRA no obstante el sacrificio de algunos de sus líderes, asesinados unos, en el destierro otros, perfilaba contradicciones y ambigüedades. Esta conducta llevó a su juventud a la creación de una fracción que se conoció como APRA Rebelde y que lideró Luis de La Puente; después tomó el nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Los líderes del Partido Comunista también fueron al destierro. Su problema mayor provenía de una lectura sectaria y dogmática, que demostraba cuán lejos estaban del pensamiento del Amauta José Carlos Mariátegui.

En el 60 se formaron los sindicatos campesinos, Lares y La Convención en el departamento del Cusco, y fueron una demostración que el campesinado empezaba a convertirse en clase consciente, en sujeto social histórico. En 1962 hubo elecciones generales, Haya de la Torre resultó vencedor en esta contienda; la derecha no aceptó los resultados, y, nuevamente, se instaló un gobierno militar presidido por Pérez Godoy primero, Lindley después.

Las organizaciones políticas de izquierda, por propia experiencia dedujeron que la vía democrática electoral era inviable en sociedades retrógradas. Se aceleró entonces la formación de organizaciones de carácter político militar: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, El MIR, el Frente de Liberación Nacional y el Ejército de Liberación Nacional. De ese proceso surgieron personajes como Javier Heraud, Edgardo Tello, Héctor Béjar, Alaín Elías, Guillermo Lobatón, Máximo Velando. Los dos primeros conocidos por su estela de poetas y por su destino de guerrilleros asesinados por los “descuartizadores de la luz y el canto” (Zeballos)

El río de Javier

Javier Heraud tuvo lo suficiente para “sentirse realizado”. De haber sido indiferente nadie le hubiera enrostrado nada, pero su ser lo empujó a cultivarse en la solidaridad. Fue un convencido que la felicidad debía pertenecer a todos y, de no ser así había que luchar para conquistarla. Eso lo llevó a hermanarse con los que sufren; a dar residencia en su corazón a las causas justas; a portar sobre sí una parte del destino de todos, y rebelarse contra toda forma de injusticia.

De otro lado, era innata su capacidad para crear una forma de poesía que la crítica literaria saludaba. Lo suyo era canto puro y por ello nadie habría sospechado el menor atisbo de vocación guerrillera en su alma de poeta. Nadie leyendo su poesía abría sospechado que en él habitaba un hombre dispuesto a subir al monte y tratar de acabar con ese orden que lacera por siglos la vida de los pueblos.

Sus poemas son cantos a la vida, a las estaciones, al río, en él encontró y desarrolló mejor que nadie la metáfora exacta para compararlo con su devenir vital. Si los versos de Jorge Manrique refieren que: “nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar, que es el morir”, Javier se encargaría de describir el ciclo completo de ese río que fue –que es- su vida, e hizo una obra hermosa e intensa. Leamos los siguientes versos:

“Yo soy un río un río

un río cristalino en la mañana.

A veces soy tierno y bondadoso.

Me deslizo suavemente

por los valles fértiles,

doy de beber miles de veces

al ganado, a la gente dócil.

Los niños se me acercan de día,

y de noche trémulos amantes

apoyan sus ojos en los míos,

y hunden sus brazos

en la oscura claridad

de mis aguas fantasmales.

Yo soy el río.

Pero a veces soy bravo y fuerte

pero a veces no respeto

ni a la vida ni a la muerte.”

En este poema Javier Heraud se mostró como un maestro del lenguaje, combinó imágenes que captó con su mirada de poeta y, al mismo tiempo, hizo aflorar desde su mundo interior emociones y conceptos implícitos, llenos de vitalidad y de coherencia. A la vez que tierno se mostró apasionado y amoroso pero también bravo y enérgico.

Poética y compromiso social

Heraud llegó a la política por los caminos de la poesía; de ello no debe deducirse que la utilizó simplemente como un medio pues no fue así. Hasta cuando se adentró a cumplir su destino de guerrero, su poesía fluía de su espíritu y adquiría naturaleza propia. En una conversación que sostuvimos con Jorge Heraud, hermano del poeta, nos refirió que éste era un ser brillante, muy agudo e inteligente, pero sobretodo, sensible y dotado para la creación.

Si nos atenemos, en estricto, solamente a la obra poética de Javier advertimos que no hay atisbos explícitos de esa poética confrontante, a lo Maiakovsky, que caracteriza a algunas corrientes poéticas militantes y que, deliberadamente, convierte a la poesía en trinchera o en puño de clase; lo que no significa en modo alguno que sea mala poesía, por lo menos no en el caso del poeta soviético. Veamos:

“Adelante, automóviles!

¡Al mitin, motocicletas!

¡Lo pequeño, a la derecha!

¡Ceded el paso a los camiones!

¡Los caminos se pusieron en fila india!

Escuchad lo que dicen los caminos

¿Qué dicen?

“Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,

retorciéndonos en los rieles por estepas hambrientas.

Por dóciles kilómetros sin empedrar,

estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.

Queremos saturarnos de asfalto,

ceder bajo el peso del expreso.

¡Levantaos!

¡Basta de dormir

carreteras mecidas por el polvo!

¡Vamoooos!”

(Fragmento del poema 150,000)

Esta expresión poética nos retrae una barricada obrera. En cambio, la poesía de Javier Heraud no tiene esas características, al contrario, es sencilla; no buscó la complejidad, ni la forma ni en el contenido. Cuando publicó “El río”, en 1960, la crítica de todos los tonos lo saluda y le augura un porvenir luminoso. Ese mismo año, con su poemario “El viaje” compartió con César Calvo el primer premio en los Juegos Florales “El Poeta Joven del Perú”, que convocaba el escritor Marco Antonio Corcuera, promotor de los “Cuadernos Trimestrales de Poesía”

Un aspecto del poco se habla es el del ejercicio magisterial de Javier Heraud, en efecto, el poeta fue docente en la Gran Unidad Escolar “Melitón Carvajal”. La vida de los hombres trascendentes tiene hondos recodos y misterios. Heraud fue probablemente el docente más joven del Perú, y algo más, también fue profesor del Colegio Nacional “Nuestra Señora de Guadalupe”, es decir, de la misma institución donde, cuatro décadas atrás, un hombre iluminado por el fuego de la poesía se dedicaba a la educación de los niños. Ese hombre se llamaba César Vallejo.

La obra del poeta Heraud quedó trunca. Cecilia, su hermana, ha dicho: “Javier no tuvo oportunidad, la vida no le dio la oportunidad de madurar su poesía, no en el sentido de que la poesía que él escribiera fuera inmadura, no, sino que él pudo llegar a un sitial más, mucho más elevado. Javier tiene una poesía muy sencilla, pero a la vez muy honda, era un trascurrir de vivencias, de pensamientos que los hilvanaba” (Vida y muerte de Javier Heraud)

Aquel joven que se sentía río, miró a su pueblo ya no solo con ojos de poeta; con la ayuda de la teoría marxista se detuvo a mirar las noches sin lunas de los parias, el abandono y la tristeza de los pueblos. Fue entendiendo que había un poder que asfixiaba los sueños e impedía el progreso. Decidió entonces actuar, simplemente no quería ser “el hombre triste, que agota sus palabras”.

Se interesó entonces por la actividad política, ingresó al Movimiento Social Progresista; creyó encontrar la opción que buscaba. Viajó a Europa, a Moscú y a China. Se entusiasmó con la construcción de lo que hasta entonces era la experiencia más terrenal de una sociedad nueva.

Mario Vargas Llosa, cuando aún era un escritor con ideales, dijo del poeta:

“Su entusiasmo político estaba acompañado de un enorme entusiasmo literario también. Estaba muy entusiasmado con Bertolt Brecht, con la idea de una literatura que de alguna manera reflejara convicciones políticas nuevas”. (ob. Cit.) Destinos tan opuestos los de ambos. Javier Heraud ascendió en convicciones e ideales y Mario Vargas se hizo un escritor a fin al sistema.

Después de cerca de dos años de militancia en el Movimiento Social Progresista, Javier renunció; lo hizo de manera firme y serena:

“No había salido aún de las filas del Movimiento Social Progresista porque me quedaba una última esperanza: la de entrar en el cauce de la verdadera Revolución, aquella que se enraíza en la ciencia y tiene vigencia universal. Infelizmente ha sucedido todo lo contrario. Ni la Revolución de la que hablan sus dirigentes es la Revolución Proletaria ni el Socialismo que pregonan es el Socialismo Científico. Se carece de una ideología seria y el reformismo campea por doquier” (ob. Cit.)

Decidió ingresar al Ejército de Liberación Nacional. Cuba fue su motivación. A ella se dirigió, en 1962. Su propósito era estudiar cine. En la Cuba de Martí y de Fidel entendió que las palabras no bastaban, que la poesía si bien es un relámpago maravilloso, una fogata libertaria, no son suficientes para acabar con un orden injusto. Estaba en su camino, en su opción. Heraud se hizo guerrillero.

Decidió ingresar con sus demás compañeros por Bolivia. En plena travesía por el río Madre de Dios fue sorprendido y acribillado. Se ensañaron brutalmente contra él. En ningún momento las fuerzas represivas dejaron de disparar proyectiles cuyo uso estaban prohibidos.

Heraud asumió ese destino no porque le gustara la violencia, menos por una postura de heroicidad “poética”. No. El poeta se fue convenciendo que frente a una clase dominante, que no le interesaba en absoluto el destino del país ni el bienestar de las mayorías, las gestas guerrilleras eran decisivas para abrir nuevos caminos.

Porque la patria es hermosa

Al poeta se le puede calificar de soñador, de romántico, pero no de ser un vulgar violentista. Además, su decisión de irse al monte estuvo dictada por el amor a los que sufren. Lo dijo de manera muy precisa en este poema que firmó como Rodrigo Machado, su nombre de combate:

“Pero voy al combate y a la guerra

por amor a mi patria, a mi Perú,

por amor a mi suelo, a mis paisajes,

por amor a los pobres de mi tierra,

por amor a mi madre, a sus cariños,

por amor a mi padre, a sus durezas,

por amor a hermanos y amigos,

por amor a la vida y a la muerte,

por amor a las cosas de los días,

por amor a los días del otoño,

por amor a los fríos del invierno.

No sé que pasará conmigo y mis

hermanos en la lucha,

pero supe vivir y morir como

hombre digno,

queriendo respetar y salvar al que

todo lo sufre,

quiero abrir nuevos soles salvadores.

El final de la historia lo dirán

mis compañeros

arriba, abajo, encima de la historia

y contarán a mis hijos

historias verdaderas,

y para siempre vivirá la esperanza”

Pocos como él. Desde los tiempos de la lucha patriótica de Mariano Melgar no se conocía historia parecida. En todos los periodos el oficio de poeta es motivo de sospecha, y el de poeta revolucionario es peligroso. La lista es larga, Edgardo Tello, Otto René Castillo, Roque Daltón, Miguel Hernández, Federico García Lorca, son conocidos entre nosotros, pero hay muchos más.

Javier Heraud es un ejemplo para una juventud que al acerársele lo encuentra puro como un río no contaminado, sólido como “un cedro fuerte y perenne”, tierno “como un trémulo amante”. El poeta es un ejemplo de lo que significa ser joven, no solo desde el ámbito político, sino desde la condición de hijo, hermano, amigo, ciudadano.

Como dijo Pablo Neruda: “Honor a su memoria luminosa. Guardaremos su nombre bien escrito. Bien grabado en lo más alto y en los más profundo para que siga resplandeciendo. Todos lo verán, todos lo amarán mañana, en la hora de la luz.”

No concluiré esta nota sin decir que Javier Heraud es la encarnación de la pureza y del desprendimiento, del amor y el sacrificio. Sabemos que sus padres sufrieron una enorme y profunda herida. Tuvieron, sin embargo, el enorme orgullo de saberse progenitores de un hijo noble, que los amó en todo instante, que amó a su pueblo siempre.

Los restos mortales del poeta ya no están en Puerto Maldonado, ahora reposan en un lugar que es accesible para que la familia y los amigos visiten a este eterno joven que, además de revolucionario fue poeta luminoso, aunque quizás sea más exacto decir que este extraordinario poeta fue, además, un auténtico guerrero.

Y así como sus padres siempre lo sintieron vivo y así como sus hermanos sienten que Javier está con ellos:

“Mamá, papá,

he vuelto.

Hermanos,

aquí estoy

como antes,

cantando en

las noches

del invierno,

con mi seco

corazón

de pan y piedra.”

Así también, los hombres que no han renunciado a los sueños sienten que Javier está vivo y también están vivos sus ideales.

• Fuentes consultadas: Conversación con el Ingeniero Jorge Heraud Pérez, Vida y muerte de Javier Heraud, de Cecilia Heraud Pérez (Mosca Azul Editores), Historia del Perú, Edición de Juan Mejía Baca, Poesía de Vladimir Maiakosvski, fotocopia. Ensayo sobre la sociedad Peruana, de de La Puente, Luis, tomado de:

http://www.marxists.org/espanol/delapuente/1964/rev-peru.htm

CARTA DE JAVIER HERAUD A SU MADRE

Nov 62. La Habana. Cuba.

Querida madre:

No sé cuándo podrás leer esta carta. Si la lees quiere decir que algo ha sucedido en la Sierra y que ya no podré saludarte y abrazarte como siempre. ¡si supieras cuánto te amo!, ¡si supieras que ahora que me dispongo a salir de Cuba para entrar en mi patria y abrir un frente guerrillero pienso más que nunca en ti, en mi padre, en mis hermano tan queridos!

Voy a la guerra por la alegría, por mi patria, por el amor que te tengo, por todo en fin. No me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiese querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mí, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria. Eso tú bien lo sabes, y tu me criaste honrado y justo, amante de la verdad, de la justicia.

Porque sé que mi patria cambiará, sé que tú también te hallarás dichosa y feliz, en compañía de mi padre amado y de mis hermanos. Y que mi vacío se llenará pronto con la alegría y la esperanza de la patria.

Te besa

Tu hijo


Escrito por

Julio Yovera

Natural de Catacaos, Perú. Es docente investigador en temas de educación, cultura y literatura Ha publicado libros de poesía. Ama la vida.


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