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DOS MAESTROS PARADIGMAS

Día del Maestro

Publicado: 2016-07-04



El educador como sujeto social

El docente es el sujeto social que a lo largo de toda la historia ha sido protagonista de procesos orientados a formar en los seres humanos valores agregados: capacidades cognitivas; desarrollo de habilidades, destrezas y aptitudes; así como desenvolverse en la práctica de valores. El docente actúa sobre el mundo biológico y físico y también sobre el mundo espiritual, mental y cultural.

El guía del proceso educativo aspira que los postulados y principios teóricos de la educación, así como los objetivos que ésta se traza, puedan hacerse realidad. Sin embargo, todo lo positivo que el sistema educativo pueda programar, quedará como “buena intención” si es que la sociedad se sostiene sobre bases que socavan los ideales de una sociedad solidaria.

Desde los tiempos primitivos, incluso desde mucho antes de que aparecieran la jerarquización y las diferencias en el interior de las sociedades, las actividades educativas ya existían. Si bien no hubo personas ni entidades dedicadas específicamente a educar, la formación de los seres humanos era parte del proceso de socialización, de reproducción e innovación del conocimiento, así como del respeto e identidad con la comunidad a la que se pertenecía. Como bien dice Aníbal Ponce: “la educación era para la vida por medio de la vida”.

Con el avance y evolución de las sociedades, la educación se convirtió en una actividad de especialización. La división de formas y clases de educación tienen que ver con las clases de sociedad que a lo largo de la historia han existido. En una sociedad marcadamente clasista, digamos las sociedades esclavistas, los maestros de las clases nobles serían personalidades vinculadas a la casta gobernante, distintos de aquellos que desde el llano, junto a los sectores desprotegidos, ejercían una actividad educativa elemental, en una estrecha vinculación con la comunidad.

Docencia y protagonismo histórico

Sin embargo, en todos los casos, los maestros que ejercen la docencia de manera sospechosa como decía Freud, han tenido que ver con el destino de la humanidad, han contribuido a la lucha por mejorar el “reino de la especie”. Lo vemos en el ámbito planetario, latinoamericano y nacional. En el mundo, los maestros de la Grecia antigua fueron los encargados de formar a las élites gobernantes. El caso de Aristóteles sobre Alejandro es bastante conocido; y lo mismo podemos decir del Perú antiguo. Sin los Amautas no se hubiera podido formar a los miembros de la elite dirigente, no solo en el ámbito administrativo, sino como depositarios y estudiosos del saber y la cosmovisión andinos, que lamentablemente fue destruida por los invasores hispanos, que impusieron la cultura occidental.

A lo largo de la historia peruana, latinoamericana y universal siempre tuvimos maestros que destacaron impartiendo sabiduría, forjando personalidad, educando en valores; y en muchos casos, sembrando la semilla libertaria y de la dignidad.

Lo que sí se debe señalar es lo siguiente: el proyecto independentista de nuestro país y de los demás pueblos de Latinoamérica, fueron gestados por la burguesía o casta criolla que, no obstante su posición progresista y de avanzada, no supo identificar a las masas nativas como parte de la sociedad peruana y latinoamericana.

Esa es la principal deficiencia de esta gesta heroica. Por eso es que los maestros paradigmas que registra la historia de nuestros pueblos no dan cuenta de maestros indios que hayan asumido la tarea de impulsar o contribuir al proyecto emancipador. Sin embargo, no podemos pasar por alto que hombres de la talla de Túpac Amaru II fueron resultado y producto de maestros que en el ambiente de la educación formal o en el ámbito de la educación no formal, influyeron en el pensamiento y la acción de líderes revolucionarios. Así tenemos el caso sus maestros Antonio López de Sosa y Carlos Rodríguez de Ávila, que ayudaron a tener una visión de su cultura y de su historia. De alguna manera, las lecturas, las leyendas y las canciones orales le dieron el perfil del líder que todos los peruanos y latinoamericanos le reconocemos. Falta estudiar hasta qué punto, el revolucionario conoció la obra del cronista Inca Garcilaso de la Vega.

Docencia emancipadora de Simón Rodríguez

Tengamos en cuenta que fueron maestros los que influyeron en el pensamiento de los criollos que lucharon por la emancipación de nuestra América. Especial mención merece Simón Rodríguez (1769-1854), no solo porque fue maestro de Simón Bolívar, sino porque fue un hombre autodidacta, que desde la lectura, la investigación y la reflexión, aportó a la formación del espíritu crítico entre sus alumnos; además de contribuir al mejoramiento de la educación pública.

Se sabe que cuando ingresó como maestro de lectura y escritura por encargo del Cabildo de Caracas, dotado ya de acuciosa capacidad de observador e investigador, escribió “Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios para lograr su reforma por un nuevo establecimiento”. De aquella chispa saldría iluminado Simón Bolívar, quien estudiaba en aquella escuela siendo apenas un niño”

Sus reflexiones son resultado de una asimilación teórico-crítica del pensamiento de J.J. Rousseau, pero tienen que ver con (sus) las observaciones que hizo de la educación escolástica, dogmática y clasista. Rodríguez no se quedó en la simple crítica, sino que planteó una serie de propuestas para mejorarla. Un juicio que existe sobre él y que lo caracteriza se refiere a la forma cómo se entregaba cuando enseñaba. En ese proceso generalmente tenso, sus alumnos disfrutaban de sus enseñanzas y no mostraban síntomas de aburrimiento. Aquí tenemos un referente los maestros.

Cuando Bolívar selló al mando del Ejército Libertador la independencia del Perú, Rodríguez recorrió nuestra patria. En Arequipa escribió “Sociedades Americanas”, donde señaló que los pueblos nuestros tienen que inventar o irremediablemente irán al fracaso. Lo planteó hace ya cerca de 200 años sigue siendo un reto.

Rodríguez de Mendoza: un maestro del Perú

Otro caso digno de mención es el del maestro peruano Toribio Rodríguez de Mendoza. La historia del país no lo ha puesto en el sitial que legítimamente le corresponde. Nació en Chachapoyas, región de nuestra Amazonía, en 1750 y murió en Lima en 1825. Se dice que después de refrendada la victoria definitiva del Perú sobre España, el maestro “se fue en paz”.

Rodríguez de Mendoza se preocupó, en su condición de Rector del Convictorio de San Carlos, por formar una élite pensante de la clase social dirigente para que ésta asumiera la viabilidad de emancipar la sociedad del yugo colonialista español.

Con esa finalidad su institución educativa influyó en el pensamiento de los alumnos destacados y los preparó para que sean sujetos del cambio y la transformación de la sociedad de su tiempo. En efecto, muchos protagonistas de la Independencia se formaron en los claustros donde ejerció autoridad pero sobretodo influencia: San Carlos o de San Marcos. Destacaron sus alumnos Manuel Lorenzo de Vidaurre, Francisco Javier Mariátegui, José Faustino Sánchez Carrión, Manuel Pérez de Tudela, entre otros. Todos cumplieron una labor destacada en el proceso de construcción de la República.

Al mismo tiempo, como ocurrió con Simón Rodríguez, se preocupó por la educación pública básica. Avizoró las contradicciones y los desencuentros entre las culturas y etnias nativas con los criollos, y con el propósito de resolverlas trazó propuestas educativas donde la enseñanza del idioma español tuvo un lugar preferencial en los programas de estudios. Por ahí estaba la ruta –según él- para lograr que todos los peruanos, criollos, mestizos e indios tuvieran los mismos derechos y las mismas obligaciones. La actividad lectora no debía ser una simple repetición memorística, sino que lo que se leía debía ser aprendido y comprendido.

También diseñó propuestas para peruanizar el Plan de Estudios. Abogó por una educación que enseñara la ciencia, nuestra historia y nuestra geografía. Se puede percibir que desde esos tiempos, el síndrome colonial estaba muy metido en la cabeza de las autoridades. Y la educación era clave para salir del avasallamiento mental. El mérito del maestro Rodríguez es el haber advertido a tiempo.

Ambos, el venezolano y el peruano fueron maestros que conspiraron y trabajaron para darle la ansiada libertad a nuestros pueblos. Cuando ingresaron ambos a la causa que iba en el sentido de la historia lo hicieron no para obtener ventajas individuales sino porque se sentían parte de una causa hermosa: la de servir a la felicidad del género humano.


Escrito por

Julio Yovera

Natural de Catacaos, Perú. Es docente investigador en temas de educación, cultura y literatura Ha publicado libros de poesía. Ama la vida.


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