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RETOS DE LOS COMUNISTAS Y LA IZQUIERDA PERUANA

Publicado: 2016-09-05



ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PARTIDOS COMUNISTAS Y REVOLUCIONARIOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

LIMA, 26-28 DE AGOSTO DE 2016

Ponencia de Alberto Moreno, Presidente del Partido Comunista del Perú- Patria Roja

Las elecciones recientes ratificaron lo previsto: la polarización derecha-derecha ante la ausencia de una alternativa unificada desde la izquierda, el movimiento popular y el progresismo. El voto por Kuczynski, representante del capital transnacional, como el mal menor frente a la candidata del fujimorismo conocida por su trayectoria neoliberal, dictatorial y mafiosa, para la izquierda significó una situación forzada que pudo evitarse de aceptar nuestra propuesta de “un solo frente, un solo programa, un solo candidato”. La política del mal menor, cuando hay que elegir entre opciones de derecha, es el último recurso y el menos deseable.

Debemos admitir que un factor fundamental que explica haber llegado a esta situación tiene relación con el insuficiente posicionamiento político y de masas de los comunistas, y de no contar con la inscripción legal que lo facilitara. La política, en última instancia, tiene que ver con la correlación de fuerzas construida, y la unidad se alcanzará si se cuenta con la política correcta, la influencia, la iniciativa y el liderazgo que obligue a ella y para asegurar se preserve y se garantice su futuro. Esta es la lección más importante que podemos extraer de las últimas experiencias electorales, y también el reto a resolver.

VICISITUDES DE LA LUCHA ELECTORAL

En la década de los ochenta del siglo pasado, consecuencia de una acumulación de décadas de lucha, se construyó Izquierda Unida, que se convirtió en la segunda fuera electoral del país, en aglutinante fundamental de las organizaciones populares, con gran influencia en la intelectualidad y la juventud. Sin embargo, se la destruyó con una facilidad asombrosa y sus consecuencias las sufrimos hasta el presente. El colapso de IU significó una derrota de alcance estratégico que llevó a la fragmentación de la izquierda peruana, la pérdida de su base social ahora influida por el fujimorismo, consiguientemente la debilidad para enfrentar la ofensiva neoliberal que se desplegóen todos los campos. El resultado inevitable fue su arrinconamiento ideológico, político y moral,agravado por el enorme descrédito que significó la aventura de Sendero Luminoso, que la derecha supo aprovechar hábilmente.

La recuperación de ese período de ofensiva neoliberal, de reflujo de masas y de defensiva política de la izquierda, no ha sido fácil. Los avances alcanzados tampoco son suficientes ni seguros. El éxito que significó la candidatura de Humalaen 2006 y luego en el 2011, con su propuesta de “Gran Transformación”, por ejemplo, mostró el agotamiento de la imagen triunfalistadel neoliberalismo,por el otro, lasexpectativas de cambio en importantes sectores del electorado, que supo capitalizar en ausencia de una izquierda capaz de liderarla. Una vez más, en ausencia de un proyecto propio de la izquierda socialista y de la unidad para ganar el respaldo del pueblo, la política del mal menor que abre paso a la frustración, que desorganiza y dificulta construir las fuerzas propias.

En las elecciones de este año la izquierda se presentó nuevamente dividida. Los resultados fueron favorables, en términos cuantitativos, aunque la base que lo sustenta sigue siendo frágil y volátil si no se alcanza a consolidarla. En términos generales las candidaturas de izquierda tuvieron una votación importante, incluso inesperada. Verónica Mendoza, del Frente Amplio, 18 por ciento; Gregorio Santos, de Democracia Directa, 4.5 por ciento. De haberse alcanzado la unidad por la que abogamos con la propuesta de un solo frente, un solo programa, un solo candidato presidencial, que era perfectamente alcanzable, el escenario político sería diferente: en la segunda vuelta habrían competido una candidatura de derecha con otra de izquierda, independientemente del matiz que ésta tuviese, creando condiciones para construir una izquierda política y social alternativacon capacidad de disputar el gobierno, encontrarse en mejores condiciones para reconstruir el tejido social y sindical hoy debilitado, atraer masivamente a los trabajadores, a la intelectualidad, a la mujer, a la juventud. A pesar del éxito parcial, su base es débil y, estratégicamente, nos encontramos frente a una nueva oportunidad desaprovechada.

Lo importante, en todo caso, es el surgimientos de liderazgos electorales que esperamos no se pasmen ni se refugien en el sectarismo estrecho que forma parte de nuestra cultura política. Esta situación nos incluye también a los partidos comunistas, que no hemos salido bien librados pese a las potencialidades que disponemos por separado y de conjunto.

Pese a todo lo señalado las condiciones para el desarrollo de la izquierda, también del socialismo, son favorables. Un amplio sector de la población, incluyendo la juventud, siente la necesidad de un cambio de rumbo para país. Crece cada día su indignación, buscan un referente y un liderazgo que les señale el horizonte. Han desplegado importantes luchas y grandes movilizaciones, como la reciente del 13 de agosto que puso en pie a más de cien mil manifestantes en Lima, en respuesta a la agresión machista de que son víctimas las mujeres. El estado de ánimo de la población indica una temperatura que se eleva, que está en condiciones de avanzar de la indignación a la conciencia y la organización ¿Por qué, entonces, las organizaciones políticas de izquierda son débiles comparativamente con ese potencial, incluyéndonos también a los comunistas? Esta es una pregunta clave que necesita respuesta. Indica que el problema no está en las masas populares y su atraso político, sino en el factor consciente, en la conducción, y es aquí donde hay que buscar la respuesta.

El movimiento sindical y popular enfrenta dificultades importantes. La ofensiva general contra los trabajadores, de la que forman parte la desregulación laboral y la precarización del trabajo, una legislación orientada a maniatar al pueblo, sancionar sus luchas y fragmentarla; la utilización del terrorismo como mecanismo de intimidación, sumado a errores propios de burocratismo y conservadurismo en los métodos de trabajo, han favorecido la desestructuración de sus organizaciones. Sólo el 6 por ciento de trabajadores se encuentran sindicalizado y el movimiento campesino organizado, otrora poderoso, se halla muy debilitado. El despertar de la juventud a la política es creciente sin alcanzar la potencialidad que debiera.

Realidades nuevas exigen también respuestas y métodos nuevos. El enemigo de clase hace lo que debe hacer para defender sus privilegios. Quienes estamos en la otra orilla necesitamos también perfeccionar nuestras herramientas de lucha, actualizar nuestros métodos de trabajo, recuperar la iniciativa, estrechar mucho más nuestros vínculos con el pueblo trabajador.

MIRAR LAS COSAS COMO SON

Quisiéramos recurrir a Mariátegui y a Fidel como paradigmas de actitud comunista ante los hechos. “Mi sinceridad es la única cosa a la que no he renunciado nunca”, expresó el Amauta al definir un rasgo fundamental de su personalidad. Fidel aboga por decir la verdad: “es necesario criticar, advertir, señalar todo lo que es subjetivo”. Sinceridad, severo espíritu crítico, es lo que necesitamos.

El marxismo peruano posterior a Mariátegui ha pecado justamente de su aceptación formal, ritual, perdiendo de vista su esencia dialéctica, creadora, concreta. Mariátegui reclamó “creación heroica”; lo que se abrió paso, en su lugar, fue más bien una versión dogmática, de seguidismo del exterior, que imposibilitó construir un pensamiento teórico con raigambre nacional, que entendiera la realidad compleja del país y encontrara respuesta a esa complejidad, única manera de aproximar la revolución y el socialismo a la conciencia del pueblo, de incorporarlo a la lucha por ese ideal. La batalla en el ámbito de las ideas y la comunicación es, en ese sentido, fundamental. Así lo entendió Mariátegui y trabajó intensamente en ese ámbito. Esa tradición no fue continuada con la fuerza e inteligencia del caso y sigue siendo uno de los puntos débiles a resolver. Es una ventaja que se le entrega a la derecha, permitiéndole fortalecer su hegemonía en ese campo sacando provecho del poder mediático que dispone. Unos ejemplos son suficientes para demostrarlo: el descrédito que han construido en el imaginario público de la Revolución Bolivariana de Venezuela y su liderazgo, o la justificación del golpe de estado contra la presidenta DilmaRoussef, de Brasil.

En la visión de Mariátegui y en la forma como asumió la tarea revolucionaria y socialista que le cupo, en los 7 escasos años de vida que le quedó a su retorno de Europa, hay un eje central: la articulación de la ideología y la cultura, con la política y la lucha de masas,como partes de un todo único en la construcción de las fuerzas revolucionarias. Esta mirada estratégica y su correspondiente práctica, es lo que se ha perdido de vista dando paso, en su lugar, a una visión unilateral, fragmentada, cortoplacista. El resultado inevitable es la subsunción, en nuestro caso, del partido comunista en el movimiento espontáneo, de la política en la lucha económica, o también en la participación electoral convertida en fin en sí mismo en lugar de medio de lucha para acceder al gobierno y alcanzar la transformación económica y social. En esas condiciones la construcción del partido deviene instrumental, y la cuestión de la hegemonía, de cardinal importancia, simplemente desaparece. Vale la pena recordar unas palabras de Lenin de gran utilidad al respecto, independientemente de las condiciones nuevas en que nos toca actuar: “El proletariado es revolucionario sólo cuando tiene conciencia de esta idea de la hegemonía y la realiza”. Sin tener clara esta idea de la hegemonía y de la estrategia que incorpore en un todo articulado la lucha ideo-cultural, política y de masas, difícilmente se accederá, por lo menos en la experiencia peruana, a contar con un partido revolucionario grande, influyente, que se prepara para gobernar. Condición fundamental, también, para unir las fuerzas unibles, dejando atrás una larga tradición sectaria que ha permitido y permite o facilita la fragmentación de sus fuerzas.

El Partido Comunista debía ser el partido de la clase obrera, pero también el partido político que expresa al puebloy la nación; no el partido secta en que devinimos y del cual aún no salimos del todo, consumido por divisiones, deformaciones economicistas, cuando no por la rutina. En esas circunstancias era inevitable la falta de perspicacia y de audacia para explotar las oportunidades, tomar la iniciativa, hacer política grande, generar liderazgos, concentrar fuerzas, construir bastiones revolucionarios, con clara visión de poder. El partido se construye al calor de la lucha política, ideo-cultural y de masas, sumando siempre y restándole fuerzas a su adversario, no en la perfección de su soledad.

El marxismo, antes influyente, hoy es marginal incluso en el seno de la juventud y la intelectualidad. Se explica por nuestras carencias, no porque sea un pensamiento superado por la realidad. Lo que nos falta es más marxismo, más “creación heroica”, más capacidad de responder a la exigencia de estos tiempos. Lo que está muerto es el “marxismo” dogmático, fosilizado, de las citas inertes, que repugnó Mariátegui. “La teoría es gris, verde el árbol de la vida”,escribió con razón el poeta alemán Goethe. No se puede exigir que toda la izquierda adhiera al marxismo o asuma el socialismo. Parte importante de ella, que se atribuye ese membrete, se mueve más de las veces en torno de ideas liberales y su perspectiva no escapa de las fronteras del pensamiento burgués. Sin embargo, hay puntos comunes a tomar en cuenta en la lucha contra el enemigo común que es el imperialismo, el gran capital y sus representantes políticos, ideológicos, culturales. Sin una batalla firme en el terreno de la teoría, si se cede este terreno a los teóricos y propagandistas de la derecha, si no formamos nuestros contingentes de intelectuales orgánicos y propagandistas marxistas, tampoco podremos avanzar, como los hechos lo vienen demostrando. De aquí la importancia de trabajar con las nuevas generaciones de revolucionarios, la atención a su formación integral, su mirada abierta al mundo y los nuevos tiempos, su espíritu crítico, su capacidad de acción, sus vínculos profundos con el pueblo, única manera de evitar errores de sectarismo y burocratismo.

Los comunistas peruanos necesitamos dar un salto de calidad y de cantidad para colocarnos a la altura de las responsabilidades que nos corresponde y salir del círculo vicioso de la inercia. Poco importa la crítica del comportamiento de otras agrupaciones o personas si no somos capaces de hacer las cosas bien, correcta y oportunamente. Camino al IX Congreso hemos iniciado un examen profundo de la experiencia histórica del partido, de su situación y de los problemas a ser resueltos, con serio criterio autocritico. Mostrar la situación como es, examinar sus causas, debelar sus consecuencias y buscar soluciones nuevas, es el propósito. Sabemos que el Partido puede avanzar mucho y rápidamentea condición de superar lastres mirando con realismo y audacia el presente y el futuro de la causa revolucionaria en el Perú y en América Latina.

EL ESCENARIO POLÍTICO Y LA TÁCTICA

El gobierno que acaba de instalarse continuará las grandes líneas del modelo neoliberal que viene aplicandosedesde la década de los noventa del siglo pasado. La economía peruana crecerá este año 3.5%, mientras América Latina contraerá su crecimiento a 0,4% en promedio. La perspectiva económica en el Perú no es alentadora, lo que significa un quinquenio complicado, tenso, de agudización de los conflictos sociales, para lo cual debemos encontrarnos preparados. Ajustes con indicadores sociales que anuncia el gobierno del sr. Kuczynski, no modifican el panorama. Son paliativos antes que soluciones. El Estado peruano y sus instituciones, resultado del estado subsidiario del mercado que consagra la Constitución de 1993, además de su ineficiencia se encuentra desbordado por la corrupción, la violencia y el narcotráfico. La promesa de un “Perú moderno” para el bicentenario, al igual que la promesa del expresidente García de un “país del primer mundo”, carece de sustento real. El peligro mayor es que el fujimorismo, el único partido político con estructura organizada y base social real, cope lo gobiernos regionales y municipales en las elecciones del 2018 y se prepare para asaltar el gobierno nacional en 2021, sin fuerzas de resistencia al frente.

No obstante las dificultades señaladas, las condiciones son favorables para la construcción de una alternativa de cambios que incorpore a la izquierda, al movimiento popular y a los sectores progresistas, en torno de una plataforma de cambios fundamentales, comenzando por recuperar el rol dirigente del Estado. Pretender el socialismo, hoy, no cuenta con la correlación de fuerzas que lo permita. A él avanzaremos a través fases y aproximaciones, de avances lentos o a saltos, de acuerdo con las condiciones y de acuerdo también con la correlación de fuerzas que vayamos construyendo. El discurso lo permite todo; la vida, es decir los hechos, no.

El proyecto neoliberal está agotado. Sobre esa base es inviable el desarrollo con justicia social y la diversificación de la economía que deje atrás el lastre histórico de la economía que se sustenta en los recursos naturales. Fundar un nuevo Estado hace indispensable construir una democracia crecientemente participativa, pues sin la presencia organizada de la población no es mucho lo que se puede lograr. La nación sigue siendo un objetivo a realizar, así como la integración étnica y cultural, la descentralización para incorporar al mundo moderno el vasto espacio interior.

Se requiere, en suma, un proyecto nacional que funde una nueva república, cuente con una nueva Constitución, sólo posible con un gobierno patriótico, democrático, de regeneración moral y amplia base social. Tarea inmensa, cierto, pero posible con la suma de todas las fuerzas que aspiran o sienten la necesidad de un cambio de rumbo en el país.

La experiencia latinoamericana ha demostrado que se puede llegar al gobierno y, desde allí, proceder a realizar cambios de fondo. Pero demuestra, también, la necesidad de estar preparados para gobernar, contando con grandes partidos implantados y organizados en la sociedad, con visión de futuro, con capacidad para resistir y derrotar la contraofensiva de las fuerzas conservadoras y el imperialismo. La batalla por la unidad en torno de un programa común, con normas obligatorias para todos, marcada por una democracia interna asumida responsablemente, nutrida de valores que le cierren el paso a toda forma de corrupción, caudillismo u oportunismo, deviene tarea estratégica a construir con paciencia y firmeza.

En el Perú existen condiciones para construir una izquierda poderosa de cara a las elecciones del 2021, con presencia en los sectores populares y medios e influencia creciente en los aspectos político e ideológico. Una izquierda aglutinante de amplios sectores del pueblo peruano que le dispute al fujimorismo el gobierno en las elecciones regionales del 2018 y en las elecciones nacionales de 2021. Sí es posible contar con una izquierda que termine el ciclo del voto por el candidato de la derecha que representa el mal menor. Se trata de hacer realidad esa posibilidad ¿Encontraremos la madurez suficiente para alcanzarla? Hay que intentarlo por encima de cualquier dificultad desarrollando, al mismo tiempo, con audacia, nuestras fuerzas. Si no eres fuerte, influyente y audaz, poco se alcanzará.

La responsabilidad de los comunistas no es, pues, pequeña. Conscientes de su implicancia estamos en la obligación de superar problemas históricos acumulados y que se han convertido en obstáculos; de renovar métodos y estilos agotados o incorrectos; salir a la acción política disputando cada centímetro de la hegemonía a la derecha criolla y su matriz, el imperialismo. Los pasos que venimos dando en la unidad de los comunistas es una señal clara de que se puede avanzar, sentar las bases de una unidad mayor, estar mejor preparados para enfrentar la ofensiva neoliberal y derrotarla paso a paso. Podemos mirar confiados el futuro y alcanzar victorias a favor del pueblo peruano.


Escrito por

Julio Yovera

Natural de Catacaos, Perú. Es docente investigador en temas de educación, cultura y literatura Ha publicado libros de poesía. Ama la vida.


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